jueves, 28 de abril de 2011

"¿Qué gusto tiene la sal...adix?" Parte I

Era una linda noche de Abril -mes que le fue ultrajado a Sabina, así que por favor si alguien lo tiene devuélvaselo porque lo anda pidiendo todos los días en mi casa cuando mi madre hace las veces de DJ de mi hogar- aquella en la que salí de la clase de Antropología alrededor de las 21 hs. para poder ir camino hacia lo que prometía ser un vibrante partido de fútbol. Ya en la calle, una serie de razonamientos comunes asomaban desde el umbral de mi conciencia: "¿Qué bondi me tengo que tomar para ir hasta allá? Si sabía que de acá me iba directo al partido, ¿por qué mierda no me fijé antes? La puta madre, qué gente inteligente la que lleva una Guía T en la mochila, aunque ahora que lo pienso no sería muy recomendable que me pare en medio de las pintorescas calles de Constitución para fijarme cómo llegar; sería signo de que estoy perdido ('signo'...la puta madre, la semiología me arruinó la cabeza) y cualquiera me puede robar porque, claro, vivimos en el único país en el mundo donde hasta un nene de 12 años te puede robar porque le da al paco (por dios, qué lindas personas las que piensan así, ¿por qué no empiezan por preguntarse 'por qué un nene de 12 años le da al paco'? )...uh, la puta madre, ¿cómo puede ser que esté peleando sólo, con personas imaginarias? La concha de la lora, este debate interno me dio hambre y el kiosko está cerrado". Primer indicio para dar cuenta que no sería una de mis noches más encantadoras.

Doblo a la izquierda por Carlos Calvo, pensando en qué comer para que no me caiga pesado y así poder correr cual Delfo Cabrera. Doblo nuevamente, esta vez a la derecha, y camino sobre San José. A unos veinte metros me topo con un mercadito chino. Según las costumbres burguesas y capitalistas "todo entra por los ojos": yo, como buen rebelde, no me guié por ese saber de la clase hegemónica. ¿Por qué digo esto? Paso a describirles, como puedo, físicamente el lugar en el que habré estado alrededor de 5 minutos: un frente con una reja -típica reja de mercadito chino, pero esta se encontraba en un estado bastante deplorable, oxidada, y con frases o símbolos realizados con alguna llave que fue descascarando la pintura y así, quedar escrito sobre el metal de la propia reja-; a la izquierda un solitario mostrador que, a juzgar por una balanza que se encontraba sobre la izquierda del mismo, hacía las veces de "Fiambrería"; a la derecha, la caja -con una silla blanca de jardín a lo baterista de Oxizakre-, y tres pasillos paralelos en los cuales no me detuve a mirar -solamente entré al del medio, vi que había galletitas dulces - pero puedo decir con certeza que las góndolas estaban bastante vacías y por lo tanto uno puede deducir que es uno de esos chinos a los que uno va en busca de un Branca y solamente hay Capri. Bien. Creo que están en condiciones de poder entender la situación en la que me encontraba (cagado de hambre, sin nada abierto en pleno Constitución, solamente un chino deplorabale -ah, me olvidaba de los pisos sucios y de la poca iluminación que había-, pensando también en cómo llegar a mi siguiente destino y peleándome conmigo mismo sobre la noción de inseguridad bajada por los medios de comunicación que ostentan el poder). A todo esto, en mi exámen del mostrador de la supuesta Fiambrería -además de la balanza, había chorizos colgando, típico de Carnicería/Fiambrería- alcancé a ver unos paquetes de Saladix cómodamente instalados en el frente que decían "vos que vas a ir a jugar un partido y vas a tener que correr, no comas algo dulce, comete esta (epa)". Y así fue cómo, volviendo del pasillo de las galletitas dulces, me detuve frente a las Saladix de jamón, las agarré y pagué los $4,50 que me reclamaba el señor oriental.

Coloco el paquete en la mochila y, caminando por la cada vez más oscura calle San José, doblo en Independencia. Veo un taxi. Lo paro al mismo tiempo que pienso "este hijo de puta me va a cobrar 25 mangos por un camino que es todo derecho, pero bueh...no sé qué carajo tomarme y voy a llegar tarde". Y así fue. Veintecinco mangos para un viaje no muy largo en el cual no crucé palabra con el conductor y sonaban boleros que desconocía -"por lo menos me hubieses puesto 'Minuuuuuuuuuuuutos' así me reía con las letras arjonezcas, loco"-.

Llegué casi media hora antes de que empiece el partido y, como era de esperar, no había nadie. Me siento en una de las sillitas de plástico -lo que me hizo acordar a la sillita del empresario oriental- y me puse a ver un partido -donde también jugaba un muchacho con los ojos rasgados que seguramente habrá tenido como referentes a Oliver Atom y Tom Misaki en su infancia por su manera de jugar- mientras comía las Saladix. La panza me empezó a hacer ruido. Supuse que el estómago me estaba reclamando comida de verdad y no un paquete de Saladix, por lo que entendí que era por el hambre y no por otra cosa. Seguí viendo el partido -golazo del muchachito Oriental que se piensa que es el Correcaminos- y comiendo las saladix para ver si podía aniquilar al hambre. El ruido se hizo cada vez más profundo. Me di cuenta que las saladix tenían un gusto raro, y me dije "estas saladix no están saladas, che". Por lo tanto, me fijo en la parte de abajo del paquete: Consumir preferentemente antes del 23/09/10. "LA CONCHA DE TU MADRE CHINO DE MIERDA!!!! ¡¿Qué me vendiste?!?! No lo puedo creer...la puta madre...igual, no, calma...en esto no tiene mucho que ver el chino, seguro los de Saladix ponen una fecha de vencimiento que no es para que nosotros tengamos que seguir consumiendo otros paquetes...cosas del capitalismo...debe ser eso, pobre chino no tiene nada que ver...además, me dolía la panza desde antes de comer las saladix, así que no deben tener nada que ver las galletitas". Y las seguí comiendo para destapar las mentiras del capitalismo y para defender a los pobres chinos de los mega supermercados imperialisas -"claro, nadie le hace mala fama a Carrefour diciendo que dejan las heladeras prendidas o a Wal Mart...¡Hasta en Los Simpsons atacan al mercadito de Apu diciendo que vende salchichas en mal estado!¡Qué hijos de puta estos yankis, no dejan a nadie laburar en paz! Se la agarran con los chinos porque les quitan clientes al Imperio...qué grande los orientales, ¡cómo cagan el negocio europeo-yanki!"-. Pero llegó el momento en que era ya una situación insoportable. Tuve que ponerme en órbita, dejar estos pensamientos pelotudos, y tirar el paquete -no sin antes ofrecer las galletitas a los recién llegados compañeros de equipo, pero nadie quiso-. Del partido mejor no hacer mención.

Llegué a mi casa y esta parte prefiero obviarla. Se imaginarán que, sin ser carpintero, barnicé el baño. A las 11 de la noche fue el primer llamado y, cuando parecía que todo estaba bien, a las 4 de la mañana nuevamente hubo un retorcijón estomacal.

Continuará...(tengo que hacer una pausa porque son muchos detalles; no es que me la quiero dar de intrigante...además están buenos los "continuará" che! ¡Piensen en Volver al Futuro si no -¡OTRA MÁS! ¡Qué yankis de mierda! El Doc le hace una falsa bomba a los terroristas LIBIOS para que le den plutonio y claro, como ellos son ignorantes, no saben diferenciar una bomba de verdad de una de juguete...me enferman...y miren que esa película la tengo allá arriba...pero la puuuuta...no te dejan pasar una...bueno basta che, estabas cerrando y ya empezaste a irte por cualquier lado-!). Como decía...CONTINUARÁ.

lunes, 11 de abril de 2011

El arte del buen comer

No debo ser ni por casualidad el primero que pone un título ricotero en alguna nota o algo como esto -no sé cómo definir a la sarta de boludeces que escribo-. No obastante me pareció que ''re-iba-boló'' ese título para lo que intentaré pensar: el término 'comer'.

Ya se ha vuelto común que una persona vaya a bailar, se tome algunas copas, baile música monótona y diga casi al finalizar la noche "me comí a Patricia/Evaristo". O más raro aún: que diga que se comió a una persona que no conoce. Que se coma a una persona que conocía podría llegar a ser aceptable. Capaz le tenía bronca, la quería matar y no contento con ello se la comió. Pero, ¿comerse a una persona que no conocés? ¿Eso no es de psicópata-canibal? Claramente no es asi. Estas reflexiones serían válidas si tomaramos el término "comer" como lo que verdaderamente es: Masticar y desmenuzar el alimento en la boca y pasarlo al estómago. Definición que no se conduce con lo que nosotros, la juventud, entendemos por comerse a alguien. Según nosotros, comer vendría a ser la acción de demostrarle amor a una persona que nunca más vamos a ver en la vida.

¿Por qué mezclar la comida con un acto de amor efímero? ¿Acaso el que inventó este raro término andaba por la vida con una gula amorosa? Y otra cosa: el término comer aleja cierto romanticismo que podría haber en ese cruce de labios y lenguas sedientas de pasión. ¿Alguien se puede imaginar a Romeo contándole a sus amigos cómo se "comió" a Julieta? Preguntas varias, certezas nulas.

¿Cómo es que llegamos a naturalizar este concepto? ¿Desde cuándo no nos resulta extraño que alguien nos diga "me comí a ..."? Yo tengo una teoría (tan posible como incomprobable): Situándonos a fines de los 90' y con un plan económico liberalista que devastó al pueblo argentino y dividió a la sociedad entre quienes tenían para hacer casas de oro y tener autos en forma de cohete (a lo Chester J. Lampwick) y quienes no tenían ni para el pan, surge un movimiento social que podríamos denominar "Fiestangas". Este movimiento social abarcaba tanto a personas del grupo social con abultada billetera al que denominaremos "Los Ricarditos Fort" como a los del otro grupo al que llamaremos "Los Rauls Castells". Así, mientras los Ricarditos Fort iban a bailar a lugares ultramodernos con música que ellos suponían mejor que cualquier cosa, los Castells hacían lo propio pero en otros lugares un poco más humildes. Y es en este grupo donde nos centraremos pues serán ellos los que iniciaron este término que hoy admiten todos sin distinción de clase social.

Los Rauls Castells, luego de algunas copas -preferentemente vino Zumuva o, si había nivel, un Michel Torino-, se dirigían con su mambeada conciencia hacia algun lugar bailable. Mientras sonaba de fondo "Triste palomita", el mambeado Castells no podía dejar de alucinar con comerse una rica paloma asesinada previamente con una piedra. En medio de esos razonamientos, al Castells se le acerca una Nina Peloso y comienzan una charla simpaticona. El "Pizza conmigo" que acompañaba este diálogo ayudaba a que el muchacho únicamente piense en comida y así se imagine que con quien estaba hablando era nada más ni nada menos que una grande de muzzarella con palmitos. En este estado de alienación, el Rauls no besa a la Nina sino que se la come. Sus amigos, al escuchar esta anécdota, empiezan a usar el término comer para referirse a lo que hoy significa.

Tontos seríamos si pensaramos que este término fue aceptado unánimemente por todos los "Fiestangas". La realidad marca que los Ricarditos Fort, envidiosos ellos, hicieron una gran campaña en contra del uso de dicho término argumentando simplemente "que era muy grasa". Sin embargo, no pudieron contra el progresivo camino recorrido por el término comer y hoy, varios años después, es aceptado por todas las clases sociales.

Esta es la victoriosa historia de los Castells contra los Ricarditos Fort. Esta es la etimología del término 'comer'. Y este es un idiota que analiza boludeces. Pero para mi es todo un arte. El arte del buen pensar.

¡Bienvenidos!

Dos historias, dos razones

1- En un capítulo de Alf el aclamado Benji Gregory dijo algo que me quedó grabado en la memoria: "Estaba pensando en un tenedor". Sin duda alguna, Benji era un filósofo a su corta edad (siempre serás un niño para nosotros, aunque ahora seguramente le des a la frula) y estaba intentando decirnos algo más que esas meras palabras, incoherentes para el común de las personas.

2- Una persona está cenando una sopa en pleno verano y, dada su escasa voluntad de buscar una cuchara, resuelve tomarla con un tenedor que ya estaba en la mesa. Se le dificulta la tarea pero logra finalizar la cena. El hombre piensa: "el tenedor no es sólo para pinchar".

Así, presento las dos razones (no hay más que dos razones, soy un hombre de pocos pensamientos) que determinaron la existencia de este sitio en el ciberespacio:
1- Si Benji Gregory puede pensar boludeces y expresarlas al mundo entero, ¿qué me detiene a mi?.
2- Si un pajero que no quiere levantarse para buscar una cuchara puede doblegar lo institucionalizado, ¿por qué no repensar todo?

Este sitio intentará pinchar (al respecto: si se dice cucharear, ¿no se debería decir tenedorear?) con un tenedor cosas que no nos detenemos a observar porque ya las aceptamos ¿Objetivo pequeño?Puede ser, pero como diría Razumijin en Crimen y Castigo: sólo mintiendo llegaremos a la verdad.

Salut.-